El pueblo de los Pillines

Los Pillines no son un pueblo originario en Chile, sin embargo, sus representantes, de todas las clases sociales, actividades y colores políticos, son una gran mayoría. Son parte de nuestra idiosincrasia.

El pillín es astuto, rápido y sagaz al momento de obtener interés personal en las más variadas situaciones y actividades. Tiene habilidad para comprender las cosas y obtener provecho o beneficio mediante engaño o evitándolo.

“Hecha la ley, hecha la trampa”, “Quién hizo la ley, hizo la trampa” y “Quien hizo la ley, hizo el ridículo”  son refranes españoles que evocan la astucia del ciudadano para contradecir el espíritu de la ley sin quebrantarla formalmente, ya sea porque la ley es injusta, ridícula, o simplemente, porque lo perjudica.

En las comunidades Pillines la ley rige solo para los demás y el que mejor provecho saca de sus debilidades es objeto de admiración social. El más zorro la lleva, como dirían hoy.

Con riesgo de ser condenado por la comisión defensora de todas las culturas, propongo exterminar la cultura Pillín a través de la educación, la propaganda y de todos los medios al alcance del estado, en especial, de la modificación de nuestro sistema de justicia.

Nuestros legisladores parecen dar palos de ciego intentando sacar una nueva ley para cada nueva infracción, mientras en otros sistemas de justicia, como el derecho anglosajón, los preceptos de la  ley promulgados por los legisladores deben ser interpretados, todos y cada uno, por los tribunales, para que así su significado y alcance quede definido en la práctica y se conozca su verdadero sentido jurídico.

Veo muy difícil que tribunales norteamericanos o ingleses dejen pasar tan livianamente los casos de cohecho en la política chilena, de colusión de variadas industrias o el más reciente caso del uso de empresas intermediarias para inflar el precio del gas.

Este último caso es un perfecto ejemplo de una ley que intentó limitar el margen de ganancias de una industria monopólica y que, a través de la introducción de una empresa intermediaria, evade olímpicamente la ley. Cabe preguntarse: ¿está mal redactada la ley?, ¿son nuestros tribunales incompetentes? Ni lo uno ni lo otro, lo que ocurre es que los tribunales no pueden fallar interpretando el espíritu de la ley, sino que están obligados a atenerse a su letra.

Difícilmente los pillines van a desaparecer si no ven en nuestro sistema de justicia una amenaza real a su mal actuar.

Aunque esto no sería suficiente. La actitud del pillín, tan arraigada en nuestra cultura, no será desterrada hasta que como sociedad compartamos la imperiosa necesidad de actuar con inteligencia observando los principios morales de las leyes de la estupidez. Y esto se logra con educación, propaganda y el ejemplo de nuestros líderes.

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